Mientras su padre cerraba la tapa del contenedor, él
observaba cabizbajo, con las manitas enterradas en los bolsillos del mono vaquero,
manchado de barro y cinco tallas grande. Pequeñas lágrimas brotaban de sus ojos
enrojecidos, deslizándose por sus mejillas y salando sus labios. Sorbía los
mocos con fruición, limpiándose con las mangas de la camisa, otrora blanca.
Su madre, quien hacía rato que los miraba desde el porche, se acercó
Pedro era un chico orgulloso. Él era ya todo un hombre.
Hecho y derecho. Sin embargo, aun queriéndolo, no podía parar de llorar. Quería
ser duro como su padre. Pero, ¿por qué tenía que irse, justo, 'su' mejor amigo?
Dejó que su madre lo envolviese.
(Concurso microrrelatos Cadena SER, Octubre 2013)
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