sábado, 26 de octubre de 2013

Recluidos/Secluded


Aquel día era distinto. No reinaba el silencio en el que solían vivir. El grupo comía la ración excitado, pendiente de dos hombres que mantenían una acalorada discusión.

-       - Tenemos que quedarnos aquí, donde estamos a salvo, vivos. No hay nada que podamos hacer para evitarlo –dijo uno de ellos, con rostro adusto, mientras daba buena cuenta del mendrugo de pan seco de aquel día.

-        - ¿Pero qué estás diciendo? ¿Estás loco? Me niego a pasarme toda la vida en este lugar, en esta prisión. Porque eso es lo que es –respondió el más joven.

-         -  ¡Pero no tenemos la más mínima idea de que habrá más allá de estas paredes! ¿Qué haremos si nos cogen por traidores y nos matan para dar ejemplo al resto? ¿Y si todo lo que nos han dicho es cierto? ¡No duraríamos ni dos semanas! –exclamó el primero de nuevo, disgustado.

-          - ¿De verdad piensas que vale la pena pasar todo este tiempo aquí, encerrados?

-          - ¡No estamos en cerrados hombre, estamos salvando nuestras vidas!

-          - ¿Vidas? –lo miró con severidad, clavando sus ojos casi transparentes en el hombre.

-          - Sí, eso he dicho…

       Las migas le cayeron por la comisura de los labios, asustado.

-          - ¿Te has parado a pensar por un segundo en lo que estás diciendo? ¿Dices que aquí podemos conservar nuestras vidas, que podemos ‘no estar muertos’, cierto? ¡¿Llamas a esta forma imperativa de vivir una ‘vida’?! –repuso éste.

-          - ¿Y qué si…?

-          - Estúpido.  La vida no es algo tan simple. Tenemos el derecho a la vida. Pero escúchame bien, ¡los derechos hay ganárselos! –dijo en voz alta, girándose hacia el resto del grupo, quienes lo miraban con duda, más de uno con compasión.

-          - Si nos quedamos aquí, viendo los días pasar, nunca tendremos una vida como tal. Para mí, la vida no es un periodo de tiempo, no es un fenómeno científico, ni siquiera una cosa. Para mí la vida es aquello que hacemos. Cuando huimos, tratando de encontrar un lugar mejor, estamos viviendo. Cuando intentamos marcar una diferencia, estamos viviendo –continuó, sin importarle lo más mínimo las miradas escépticas de sus compañeros.
Comer, respirar, dormir, obviamente esenciales, son solamente los medios para la vida. Y prefiero intentar conseguir una vida verdadera, aun sabiendo que puedo morir por ello, que quedarme aquí, con todos los medios, pero incapaz de vivir realmente.

El primero en replicar, todavía sucio y con la ceja levantada, no le había quitado ojo durante todo el discurso. Tragó saliva.

-          - ¿Qué hemos de hacer entonces? Hablas mucho y muy bien pero no es tan sencillo como dices… ¡Solo tenemos UNA vida! Y arriesgarla tan a la ligera, no sé –se lamentó.

-          - Ves, es ahí donde te equivocas. Ahora mismo, yo no creo tener ninguna clase de vida.
A esta penosa existencia que llevamos, mendigando trozos de pan duro, encerrados en cámaras como si fuésemos apestados, sin ver la luz de Sol, no se le puede llamar vida.




That day was different. Not the silence they were used to live in. The group ate their portions excited, concentrated in the two men’s heated argument.

                    We have to stay here where we are safe, alive. There is nothing we can do against it - said one of them, his face grim, while giving a good account of that day’s crust of bread.

                    What are you saying? Are you out of your mind? I refuse to spend my whole existence in this place, in this prison. Cause that’s what it is –replied the youngest one.

                    But we don't know what's past these walls! What if they take us for traitors and kill us as an example? What if it's true, all they have said? We would be dead in barely a few weeks! –yelled the first, angry.

                    Do you really think it is worthy to spend all this time here, locked up?

                    We ‘ain't’ locked up man! We are saving our lives inside here.

                    Lives? –he stared at him severely, piercing through him with his almost transparent eyes.

                    That's what I said, yes...

Bread crumbs fell from the corners of his mouth.

                    Have you even thought for a second what you are saying? You are saying that here we can preserve our lives, we can 'not be dead', right? You are calling this imperative way of existing a 'life'?! –he shouted.

                    What if I'm...

                    You fool. Life is not something that easy. Life is a right of ours, for sure. But here me out, rights have to be won. –he raised his voice, turning to the others, who looked at him confused, many of them almost with a hint of compassion.

                    If we stay here, just watching as time goes by, we'll never have a 'life'. For me, a life is not some period of time, is not a scientific event, it's not even a thing. Life for me is what we do. When we are running away, trying to find a better place, we are having a life. When we are trying to make a difference, we are having a life –he went on, not caring at all about his cellmates’ scepticism.

                    Eating, breathing, sleeping, those things are obviously necessary, but at the end of the day, they remain just means for a life. And I rather try to have a real life, knowing that I might die for it, than stay here with all those means, but unable to really live.

The older, still covered in dirt and with a lifted eyebrow, kept looking at him intensely.

                    Then what should we do? You are talking big and all that but it is not so simple... We just have ONE life, risking it this easily...!


                    See, that's where you are wrong –he lamented. Right now, for me, we have no life at all. This existence of ours, begging for a loaf of hard bread, secluded in cells like pariahs, deprived of the sunlight, cannot be called a life.

(Sorry for the English, did my best)

miércoles, 23 de octubre de 2013

Barreras invisibles

“¿Por qué hacer tal cosa? ¿Acaso valía la pena entregar tu vida a tan absurda razón?” Esas eran las primeras preguntas que surgían. Comunes y ajenas, burdas y superficiales. Propias de individuos condescendientes, ignorantes de todo aquello que no les afecta.

-      -  Joven, inteligente, con toda la vida por delante… Que tragedia, una pérdida verdaderamente terrible.
-       -   Ya lo creo. Quizás él no lo sentía de ese modo. Los chicos de hoy en día cada vez tienen más complejos, nunca se ven lo suficientemente bien.

Así, falsa preocupación en boca, previa a marcharse cada una por su lado igual que habían venido, guiadas por el ´qué dirán`, por salvar su imagen, hablaban dos mujeres algo ‘barrocas’. Por llamarles algo.

Nadie me entendía. Nadie conocía aquella sensación de los últimos días. Nadie.

Para ellos era imposible. No podían siquiera imaginar con sus lógicas mentes rutinarias la gravedad, la profundidad, de aquel sentimiento que me llenaba en aquel entonces.

Aunque, ¿quién sabe?, tal vez mis palabras puedan tratar de reflejar lo que mi corazón sentía.

Es más o menos como sigue.                       

¿Sabéis esa sacudida que nos recorre la espalda, intensa, eléctrica, vibrante, cuando besamos a esa persona? ¿O la calidez de su pequeño cuerpo junto al tuyo cuando el frío cala tus huesos? ¿Sois capaces de plasmar en vuestra mente cada instante, cada palabra, cada mero susurro al oído emitido por su voz, dulce y apasionada al mismo tiempo?

¿O ese temblor en las piernas o en el labio que traiciona nuestras palabras? Si conocéis todo eso, sois ciertamente afortunados, mucho. Con eso podréis haceros una idea, vaga y lejana, tristemente, de lo que para mí suponía simplemente verla durante un centésima de segundo.

Yo no podía tocarla, ni hablarle cara a cara. No podía pasear cogido de su mano por la orilla del mar, ni acariciar su pelo dormido en mi regazo.

Hablar con ella durante apenas unos minutos al mes a través de una pantalla de plástico, mientras el particular e irritante sonido del Skype nos acompañaba era todo lo que podía conseguir.
Todos esos privilegios de las parejas normales no estaban a mi alcance. Y los anhelaba con toda mi alma.

Por eso, cuando ella me dejó, cuando se olvidó de mí, una envolvente y acogedora oscuridad se instaló a mi lado, tomándome poco a poco, engulléndome con los segundos que pasaban, cubriendo con su manto de miseria hasta los más ocultos recovecos de mi mente.

¿Y para qué seguir con esta pantomima entonces? ¿Convertirme en el mejor actor jamás visto, fingiendo durante cada instante de lo que me restaba de vida? ¿O ser consecuente conmigo mismo, con aquello que escondía mi corazón? La teatralidad no era lo mío. Tampoco la razón, por supuesto.

Así que bueno, aquí estoy. Pero por desgracia no me siento mejor todavía. Tendré que seguir buscándola por lo que sea este lugar en el que me encuentro. Volver a verla, quizás incuso tocarla.

“¿Podrían los muertos relacionarse con otros, interactuar, reír, llorar, cantar?”

No estaba del todo seguro, de hecho las dudas parecían apilarse en mi interior como la arena de un reloj, sin prisa pero sin pausa.


“¿Será posible hablar en persona en aquel lugar, sin barreras?, ¿o tendremos que seguir tirando de Skype? No lo sé.”



Concurso de relato romántico, 20 de Junio de 2013

lunes, 21 de octubre de 2013

Malentendidos



Habían atravesado la copa de nubes y un sol radiante bañaba todo el interior del avión. Restaba todavía un
mundo hasta su destino. Diez largas horas para reflexionar sobre esto y aquello. Un sinfín de agudos tic-tacs
repiqueteando en su sien. Y pensaría en el porque estaba allí sentado. Volando. Huyendo.

''Aun puedes arreglarlo'' -se dijo.

-Papá...

-''No tiene por qué salir mal, ¿verdad?...''

''Seguro que si vuelvo y me explico lo entenderán. Pediré perdón...''

-Papá...

''No. Si vuelvo nunca más podremos estar juntos. No permitiré que eso ocurra. Jamás. No a nosotros"

''Eso eso, no a nosotros...'' -se repitió.

...

-¡No toque a mi hijo!-exclamó de un salto, atrayéndolo hacia sí, histérico, con los ojos vibrando frenéticos.

El niño se giró hacia su padre, sorprendido, agitando en su pequeña manita un cera roja.

-¿Papá, que pasa...?

-Eh... esto... yo, no quería...

-¿Se encuentra bien caballero? -dijo el azafato, contrariado. Tan solo le daba una pintura.

-Claro, claro. No sé qué me ha ocurrido, discúlpeme...

-Así puedo dibujar algo para la vuelta

Y se lo regalaré a mamá. ¡Seguro que se pone contenta! ¿A que sí, papá?

''A mamá. Contenta...''



'Boceto microrrelato Cadena SER'