Caminé despacio hasta el frío
camastro y me dejé caer. A mi lado, un calendario baratero plagado de incomprensibles
símbolos chinos marcaba el día treinta y uno.
Comenzaba un nuevo año, lleno de
ilusiones y nuevos propósitos. Que felicidad, claro que sí. ¿Qué podía
hacer? ¿Aprender inglés? ¿Papiroflexia?
¿Reclamar al simpático alcaide un yogur caducado hacía menos de tres días para
el desayuno?
Sabía por qué estaba allí, que
nadie me había puesto el cañón de una recortada en la sien para que mintiese.
Acusación por perjurio decían.
Tenían pruebas chillaban. Esas ratas.
¿Pero, quién no lo haría todo por
su niña? Ella, que carecía de malicia alguna. Tan inocente. Y aquel cabrón la
violó. Claro que lo golpeó con aquella piedra, y claro que lo mató. Y si no, lo
hubiese hecho yo.
14/06/2015
“Feliz diecinueve cumpleaños cariño.
Nos veremos pronto, aguanta. Esto no es más que una pesadilla pasajera. Te
quiero”